La Escuela Nueva (Como se le llama en Europa) o Activa (Como se le denomina en Estados Unidos) tuvo un orígen de carácter social: en su inicio se preocupó por lograra que todos los estratos de la sociedad tuvieran acceso a las aulas. Los europeos, por ejemplo aplicaron aquello de “diciendo y haciendo” y la mayoría de los países hizo modificaciones legales para garantizar que todos sus ciudadanos recibieran de manera gratuita a su educación.
Los gobernantes de la primera mitad del siglo XX ensaban que cuando educaban al pueblo comenzaba a ganársele la batalla al analfabetismo y la ignorancia pero querían más, mucho más: creían que la enseñanza era un medio para lograr la justicia, la paz y la libertad. Consideraban que un pueblo educado tendría cosas importantes a las cuales dedicarse y dejarían de lado la destructora iniciativa de la guerra y tendrían ideas emancipadoras, imparciales y alejadas de la actitud de injusticia.
Las expectativas, sin embargo, no terminaban ahí, pues consideraban que la educación tenía una alta finalidad y estaba relacionada con el logro de la solidaridad del género humano en los planos de la intelectualidad y de la moral.
¿Eran demasiado altas las expectativas? Antes de responder es necesario decir que no eran las únicas, pues algunos políticos de la época consideraban que la educación era el remedio perfecto para corregir los males de una sociedad capitalista prácticamente arrasada por los terribles y devastadores efectos de dos guerras mundiales.
Los Estados estaban preocupados por la situación de sus sociedades y por el futuro de sus ciudadanos, los cuales buscaban mejores oportunidades en otras latitudes. El Estado se convierte en el gran administrador de la educación, lo que le obliga a invertir cuantiosos recursos siempre con el fin de mejorar la calidad de vida de sus habitantes y mejorar las posibilidades de desarrollo nacional.
Uno de los principales exponente de la “Escuela Nueva” fue Adolphe Ferrière quien interviene de manera decisiva en la formulación de principios cuya esencia se refiere a la fundamentación intelectual y el énfasis en una sólida formación moral, una permanente preocupación por la estética y, cómo no, un gran fundamento en los aspectos religiosos.
Los valores asociados con la espiritualidad y la responsabilidad social es una parte importante de la “caja de herramientas” de la cual está dotada la escuela y con la cual salen armados los estudiantes para afrontar los retos de sus relaciones con la comunidad y el entorno empresarial. El estudiante debe constituirse en un ser humano integral con el fin de ser exitoso en su contacto con el mundo de la vida.
La escuela, en este contexto, está llamada a ser como un laboratorio de la vida. Un pequeño universo en el que se estudian y vivencian todos los aspectos de la dura realidad que se vive por fuera de las cuatro paredes de los campus y por eso tiene especial cuidado en conectar la inteligencia, con la voluntad y las habilidades manuales.
La Escuela Nueva, sigue siendo sinónimo de emancipación, de actividad al aire libre y de disfrute de la muy interesante actividad de aprender conocimientos y descubrir mundos nuevos y mejores en los que el ser humano se desenvuelva en toda la plenitud de sus ilimitadas capacidades.
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